Leo fuma como Nicolas Cage y yo hoy me he dado cuenta de que mi manera de hacerlo, sosteniendo el cigarro entre el dedo corazón y el pulgar hacia la palma de la mano, como si lo escondiera, está sacado de la forma en que se fuma en las trincheras según lo cuenta Celine en su Viaje al Fin de la Noche.
Cuando de pie cuelgo la mano del hombro con el brazo sobre el pecho (a veces son los dos brazos, en una postura donde sólo me falta tener las vísceras repartidas en canopias) recuerdo siempre aquella vez que me contaste que en El Señor de las Moscas dicen que es la postura natural cuando uno no tiene bolsillos donde meter las manos.
En las raras ocasiones en que cruzo una puerta que tiene una de esas cortinillas (que llamaré de macarrones, aunque seguro que tiene un nombre técnico), me descubro separándolas como Gary Oldman en El Profesional, y a ese mismo personaje le he robado su forma de girar el cuello hacia atrás hasta que cruje catacroc mientras sonrío con media boca y le enseño los dientes apretados al cielo.
Es una putada descubrir que se está hecho de retales sacados de la ficción.