29 de Marzo 2010

Tinta invisible (pasado)

Estoy en la ducha. Nos quedan diez minutos para dejar la habitación y todavía no he conseguido sacarla de la cama. El vapor convierte el espejo en una ventana de niebla.

Me seco la cabeza agitándola todo lo posible para sacarme por las orejas todo lo que me aturde (ella, la situación, las lámparas en forma de flor, los 150 kilómetros). Froto rápido y fuerte mi cuerpo como queriendo lijarme con la toalla. Me meto en la ropa interior y escribo con el índice un mensaje sobre el vaho en el espejo.

Después me pongo las lentillas utilizando el pequeño porcentaje de reflejo que asoma en la curva de una erre. Abro la ventana y dejo que el espejo se desempañe volviendo invisibles las tres líneas de texto en caja alta.

Vuelvo a la habitación y trato de desenredarla de las sábanas. Se queja y gruñe pero al final se incorpora y va hacia el baño (púdica, infantil, se ha puesto antes la camiseta y las bragas para que no la vea desnuda a plena luz)

Acabo de vestirme con la ropa de anoche y fumo de pie junto a la ventana, mirando como dos rumanas con el pelo de paja cambian las sábanas del bungalow de enfrente.

Sale del baño. No se ha duchado. Nos vamos.

El día está gris de cojones y ella nunca va a saber -no volveremos a vernos- qué le escribí sobre el espejo.

Posted by P. at 29 de Marzo 2010 a las 05:24 PM
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