26 de Enero 2003

Empezando...

            "Hangover everyday,
            good luck so far away.."

              - Say It Isn't So, The Bates
                         (Bájala aquí)

        Me he levantado con una resaca del carajo. Media hora en la cama tapado hasta la cabeza escondiéndome de la luz del sol (maldita la hora en que pensé que tener una ventana sobre la cama sin cortina o persiana sería gracioso.. olvidé que soy miope, por lo que no puedo ver las estrellas, y además eso de contemplar el cielo estrellado mientras uno intenta dormise es una mariconada sensiblera) ha servido para que reuniese fuerzas suficientes para ponerme de pié e ir a lavarme los dientes sin vomitar por el camino.

        He conseguido, tras media hora de cepillado intensivo, un aliento más o menos aceptable. Después, lo de siempre: arrepentimiento y examen de conciencia, juramento de "no volveré a beber", vergüenza por el enorme rídiculo hecho anoche y cantidades ingentes de agua. Confirmado: en el Doña Pepita el alcohol duro es garrafón (o eso o su coca cola marca "Chap" es realmente tóxica).
        Ahora, como no se que demonios escribir exactamente, dos o tres tontas anécdotas sobre la noche pasada para gusto y disfrute del lector (si, usted, sea quien sea).
        Caminando ayer por la concurrida, ultrafashion y gay Fuencarral en compañia del Jebi, a eso de las nueve de la noche y cargando con una bolsa que contenía (no me pregunten porqué) un tanga rojo para caballero y un pack de disfraz de policía con walkie talkie, placa, esposas y pistola de ventosas (comprado en unos chinos por la módica cantidad de dos euros), rocé sin querer a un tipo al doblar una esquina. Para variar, no levanté la vista del suelo, solté un amabilisimo y encantador "perdóneme" y empecé a cruzar la calle. Tuve que girarme cuando descubrí que el individuo al que había golpeado sin querer venía hacía a mi corriendo y gritando incoherencias con la clara intención de sacudirme (o así interpreté yo su gesto: trotando, barbotando, con el puño cerrado en alto y la mirada de maníaco). Después de un primer empujón que definitivamente no pude tomarme como un amigable saludo, el sujeto (de nacionalidad dificilmente discernible), empezó a gritarme algo. Lo único comprensible de su discurso fue algo así como "estoy loco, yo estoy loco".
        Procedí, por supuesto, a adoptar un gesto amenazador (esto es: cara de idiota que no sabe que ocurre, levantamiento de cejas, encogimiento de hombros, calada rápida al cigarro). Después ignoré al tipo, me giré y a seguí caminando. No había dado más que tres o cuatro pasos cuando volví a escuchar los gritos. Esta vez el Señor Yo-Estoy-Loco corría hacía mi enarbolando amenazadoramente un adoquín (Señor Alvarez del Manzano, demonios, su maldita costumbre de llenar Madrid de zanjas y obras va a conseguir que le abran a alguien la cabeza con un ladrillo) de tamaño considerable y de aspecto bastante más duro que mi hueca cabeza. Esta vez tanto el Jebi como yo encaramos al tipo para razonar, pero dado que insistía en sacarme las ideas por las orejas en forma de masa encefálica, emprendimos una digna retirada (el Jebi con su pose de alcarreño marrullero, yo sacando hombros, frunciendo el ceño, luciendo unos preciosos y amenazadores coloretes a lo Heidi y buscando nerviosamente la pistola de ventosas en la bolsa) hasta que el sujeto en cuestión dejó caer el adoquín y tomó la dirección opuesta maldiciéndome en alguna lengua extraña
        Este pequeño incidente me ha hecho darme cuenta de algo: definitivamente no tengo un aspecto amenazador por muy grande que sea y por mucha cara de mala hostia que ponga. Tengo la impresión que debo parecer una especie de oso amoroso con pendientes. Al Señor Estoy-Loco le sacaba dos cuerpos y aun así se empeñó en partirme la cara. Tendré que ensayar gestos amenazadores ante el espejo, creo que me inspiraré en los perros pequineses (son la hostia de feos y parecen muy peligrosos a pesar de su tamaño)
        ¿Qué más contar sobre mi noche de ayer? Que un amigo invisible me regaló un paquete de condones benetton de colores (y a cambio recibió un tanga rojo). Sospecho que van a caducárseme antes de poder usarlos. Algún tipo de ciega, ebria y estulta divinidad ha decidido que me toca joderme y pasar una temporada de abstinencia obligatoria para compensar periodos anteriores. Aceptaré mi destino y me daré muchas duchas frías.
        Si alguien los necesita, que me los pida. Se los cedo gustoso, pero a cambio tiene que pedirle a su pareja que le llame por mi nombre cuando los utilice. Si algún alma caritativa de género femenino quiere tener el detalle de ayudarme a que no caduquen, que me deje abajo un mensaje con su teléfono.
        C'est tout, damas y caballeros.

Posted by P. at 26 de Enero 2003 a las 04:16 PM
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