25 de Febrero 2003

Reunión con un Tinte Rojo.

                "She tied you to her kitchen chair,
                she broke your throne
                and she cut your hair
                And from your lips you drew an Hallelujah
"
                     - Hallelujah, L. Cohen.

        Fuera el día está tan gris que al entrar en ese mundo de fluorescentes y focos y espejos mis ojos se empequeñecen más aún, y tardo unos segundos en distinguir a las cuatro peluqueras repartidas en distintos puntos de la sala y de brazos cruzados. Esperaba encontrar el ambiente tópico, todo mujeres coronadas con rulos y papel de plata, leyendo coloridas revistas, hablando muy alto, mirándome inquisitivamente con la banda sonora de secadores y grifos y emisora local.

        Por un momento dudo de que el sitio esté abierto, pero cuando una de las chicas me cuelga el abrigo me dejo llevar por otra para que me lave la cabeza. Algo que normalmente me pone nervioso se convierte en un placer, y los diez mintos de masaje capilar me dejan completamente relajado.
        Toda la lasitud desaparece cuando me cambian de silla y me colocan ese babero que acentua mis rasgos de crío. Mientras una empieza a cortar, descubro a las tres restantes apoyadas muy cerca, mirando hacia mi. Multiplicadas por los espejos que cubren las paredes, me siento observado por mil ojos sin Argos: ponga donde ponga la vista, ese juego de reflejos hace que me encuentre con la mirada de una de ellas, así que acabo observando con detenimiento el estado de mis uñas (limpias, recien cortadas). Empiezo a pensar si alguna ha abierto la boca, si me han preguntado como quería el corte, si no es raro que no actuen como peluqueras, que no intenten hablar conmigo, que no chismorren entre ellas, que me miren a mi y no al trabajo que hace su compañera.
        No hay un solo sonido en la sala, ni siquiera las tijeras hacen ruido, y espero que cada mechón caiga al suelo con un estruendo ensordecedor, que rompa esa tensión, ese silencio insoportable. Mi imaginación me traiciona, y en lugar de pensar una orgía con cuatro peluqueras transforma todo en objetos punzantes y afilados y cuchillas de afeitar y productos abrasivos y yo solo y todo tan brillante y ellas tan calladas y con las miradas tan fijas.
        Entonces aparece ese que guioniza mi vida últimamente y decide incluir un manido apagón, y antes de que grite yo lo hace una de ellas, y vuelve la luz y todo son risas y aleteos y cararaqueos y "uy, pobre chico, casi salto encima de él con el susto", y yo dejo de clavar las uñas en los reposabrazos y esbozo una sornisa tímida incluso cuando la que más se ríe coge una navaja barbera para retocar por detrás.
        Después he pagado y he salido a la calle, damas y caballeros, donde el pelo se me ha rizado con la lluvia mientras respiraba aliviado por haber escapado de esa borgiana reunión con un círculo rojo.

Posted by P. at 25 de Febrero 2003 a las 09:25 PM
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