1 de Marzo 2003

Boadella, Tenistas, Grafton Street y Niebla.

        He dormido trece horas seguidas y al despertarme tenía sensación de resaca (quiero el perido de ebriedad que le corresponde a esa malestar mañanero y que no he tenido) y cuatro o cinco fragmentos de sueños. Más que escenas, son casi fotos fijas. Incluyen a Albert Boadella en un ascensor (¿¿??), una ciudad al pie de una montaña invertida y un acuario sin peces en una casa llena de pequeños objetos decorativos kitsch

        La violencia ha vuelto a mis noches despues de un año o dos sin hacerlo. Hoy levantaba a alguien como si no pesase nada y golpeaba varias veces su cabeza contra una pared, pensando "procura que se dé en la cara". Algunas personas observaban la escena, pero no hacían nada por evitarlo ni parecían sorprendidas. ¿Alguna idea, señor Max, de por qué le habré metido semejante paliza a su yo onírico?
        Para quitarme ese embotamiento mental que produce dormir tanto, me he dejado llevar a una fiesta donde el principal tema de conversación giraba en torno a tenistas femeninas y sus cuerpos. Yo, orgulloso de ser un estupendo y ameno conversador, me he visto obligado a ocupar mis labios pegándolos a una copa de whisky que he tenido que rellenar cinco o seis veces. Ya no soy un chaval, y mi higado y mi vejiga empiezan a confabularse contra mi. En una de mis visitas al baño he pasado por una habitación con varias fotografías. Destacaba una orla de mi promoción en el instituto y no he podido evitar los retortijones al distinguirme en medio de todas esas intolerables caras. Me he castigado con cincuenta latigazos del flagelo de siete puntas por sonreir en aquella intantanea, por llevar ese flequillo y por dejarme usar esas gafas.
        Después, otra foto en la misma pared que nunca había visto: tres personas en Grafton Street, Dublín, hace ocho años. Intentando situarla, me he dado cuenta de que esa fotografía sólo pude haberla hecho yo (el único que falta, ni siquiera aparece mi dedo tapando el objetivo). Ha sido una sensación extraña, como cuando uno descubre un papel con su letra en algun cajón y no recuerda haber escrito nunca eso. La imagen, en cierta forma, dolía: que yo no guarde recuerdos no funciona si otros los conservan por mi.
        Una vez fuera de la fiesta he pedido que me dejasen en casa (adivinando que los sitios donde continuaría la diversión tienen en la puerta a unos individuos grandes y malcarados que no dejan entrar a tipos como yo). Había una niebla del carajo, íbamos rápido y casi nos comemos a otro coche al ignorar un ceda el paso. El conductor del otro vehiculo se ha bajado con actitud belicosa, pero debía ser un chico listo porque ha suavizado sus formas al ver que los tres ocupantes del nuestro medíamos más de metro ochentaycinco. Lo vergonzoso ha sido tener que bajarme del coche y meter a empujones a mis acompañantes dentro, porque parecían ebriamente dispuestos a acabar dándose hostias con el tipo listo y una especie de cosa bajita con muy mala leche que decir ser su novia.
        Damas, caballeros, voy a ver si consigo dormir otras trece horas y me peleo un rato en sueños.

Posted by P. at 1 de Marzo 2003 a las 05:18 AM
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