10 de Marzo 2003

Costumbres Heredadas.

        Lo de cepillarme los dientes es algo que practicaba desde crío aleatoriamente tres veces al día, sin horarios, en momentos tan ridículos como antes de comer o nada más despertarme, antes del café, y muchas veces para fumar un cigarro justo tras acabar la operación (por supuesto, también después de comer cae un cepillado para no tener el aliento insecticida girondiano, aunque yo no sepa volar)

        El momento fundamental, antes de irse a dormir, me resultaba siempre costosísimo, un acto de fuerza de voluntad imposible para mi, así que muchas noches lo he olvidado u obviado. Si llegaba muy borracho o muy cansado, caía sobre la cama a medio vestir y no pensaba en la sensación con la que me levantaría en la boca por no haberlo hecho. Imposible, no era capaz de arrastrar mis huesos hasta el cuarto de baño a darme la última lavada en mi dentadura stevebuscemiana.
        Pues bien, G. no podía hacer eso. Daba igual que fuesen las ocho de la mañana y llevásemos toda la noche de juerga, que estuviéramos muy borrachos o que hubiéramos pasado la tarde en la cama follando y nos quedasemos adormilados al empezar el anochecer. Cuando parecía que se había rendido y se dormía con una postura indolente y las piernas enlazadas en las mías, yo fumaba un cigarro mirando al techo y me decía: "bien, esta noche no se ha lavado los dientes, ya no me tengo que sentir culpable". De golpe murmuraba algo entre sueños, se levantaba, y yo contemplaba su perfecto culo alejándose de la cama hacia el baño. Nunca falló. Verla hacerlo me acababa obligando a apagar el cigarro e irme detrás, por más que me pesase el cuerpo o me doliesen los ojos, aunque solo fuera por rozar los cuerpos tibios de las sabanas compartiendo el lavabo, por reírnos de las caras de sueño ante el espejo, quizá hasta desperezarse un poco y acabar echando otro polvo. Todas las noches el mismo ritual, fumar pensando con orgullo: "esta vez está tan machacada que se ha quedado dormida, podrá la pereza sobre su obsesión estética y sanitaria". No, siempre lo consiguió, y todas las noches me fui tras sus largas piernas hasta el baño.
        Ahora me pasa a mi. Caigo en la cama (quizá con ganas de dormir o sin ellas, quizá borracho o machacado) y justo antes de que me arrastre el sueño, cuando los pensamientos empiezan a resbalar y a encadenarse fuera de nuestro control ("my thoughts debbing in slow motion / in limbo more than anywhere / just a sleepy head"), una pequeña lucecita se me enciende por ahí y me avisa de que he olvidado lavarme los dientes. Hay veces que me he dormido con las luces encendidas por no tener que levantarme a apagarlas, mañanas en que me he despertado y tenía el libro con el que me acosté clavado en la mejilla por no haber sido capaz de tener ese último gesto de extender la mano y dejarlo sobre la mesa, pero ahora ya no puedo dormirme sin haberme cepillado los dientes.
        ¿Es eso lo que nos queda de las personas?, ¿Sus costumbres, sus pequeños ritos, sus manías? Analícenlo, damas y caballeros y verán las de cosas que tienen heredadas.

Posted by P. at 10 de Marzo 2003 a las 03:40 AM
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