12 de Marzo 2003

LPPTP.

        El conductor de autobús acelera mientras aprieta los dientes y un bache hace que mi asiento se convierta en una silla de rodeo sobre oruga desbocada por la Nacional VI. Onetti me salta de las manos al suelo y mi columna vertebral forma una interrogación un momento antes de que mi cabeza choque contra el techo y suene un "catacrac" conforme mi estructura osea se redistribuye.

        Evito gritar "yiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiha" y me agarro al asiento de delante observando las caras de pánico a mi alrededor. Nos ha vuelto a tocar el conductor de los espumarajos, exparticipante del Paris-Dakar. En momentos así, en trance de muerte, la cabeza funciona con una rapidez poco habitual. Debe ser algún sistema de la naturaleza para que en situación de peligro el cerebro encuentre una posiblidad de escape. En mi caso, lo que hace mi cabecita es enunciar la

Ley de P. Para el Transporte Público (LPPTP):
        Nadie se sienta a mi lado. Nunca. Da igual que sea el único sitio libre del autobús o que la gente tenga cara de estar hecha polvo: mirarán el espacio vacío adyacente a mi persona como a un oscuro objeto de deseo, pero nunca lo ocuparán. Prefieren sentarse al lado de Vagabundo Ebrio, Tipo Hablando Solo u Hombre con Cuatro Culos. ¿Explicaciones? Ni idea. Ni creo oler especialmente mal ni tener un aspecto demasiado doloroso a la vista y menos aun parecer peligroso. Sé que se va más comodo sin compañero de asiento, pero sentirme claramente estigmatizado empieza a ser mosqueante. Mañana sin falta pruebo a sonreir. Quizá hasta me afeite.

        Y por supuesto, la

Excepción a la Ley de P. Para el Transporte Público (ELPPTP):
        Si el viaje es de largo recorrido, no sólo me tocará acompañante, sino que además será una ancianita con ganas de hablar que ignorará mi discman o mi libro o mis gruñidos y se empeñará en ofrecerme caramelos o sandwich de pavo, aprovechando mi amable negativa para contarme la vida de un sobrino suyo que debe tener justo mi edad. Otros efectos que suelen darse simultaneamente son Pilas de Discman Agotándose, Ganas de Miccionar, Estrechez de Espacio para las Rodillas, Proyección de Pésimo Telefilme y Sol de Justicia Pegándome en la Cabeza.

        En lo que resta de trayecto enuncio dos docenas de leyes más, a cual más acertada e indiscutible, entre las que destacan la Ley de P. Para la Defunción del Profesorado (basada en datos estadísticos sobre profesores que han muerto teniéndome de alumno) o la Ley de P. Para la Comida Caducada.
        Damas, caballeros, ya iré añadiendo más de esas éstupidas leyes que gobiernan mi vida.

Posted by P. at 12 de Marzo 2003 a las 02:26 AM
Comments
Post a comment
















Atención: Introduce el código de seguridad para poder comentar.