"Should i ignore the fasion
or go buy the book?
I dont want it,
I just want your eyes fixated on me,
coming back around the fur"
- Around the Fur, Deftones.
Sacar libros de una biblioteca pública es toda una maravilla. Especialmente si es en la Santa Casa de Ciencias de la Información. Allí no hay libro sin regalo: en el que he cogido hoy, un extracto de movimientos bancarios doblado entre las páginas centrales. Otras veces ha sido una postal de Donosti, un post-it con un número de teléfono, listas de la compra, billetes de metro.
Por ese extracto bancario sé que a alguien ayer le quedaban cuarenta euros en la cuenta, que gasta casi ciento cincuenta en teléfono, que ingresa siempre pequeñas cantidades, que no le domicilian una nómina. Poco a poco construyes a la persona con esos cuatro datos, y al final te resulta tan familiar que te acaba dando pena y, como aparece su número de cuenta, decides ingresarle veinte euros para que pueda llegar a fin de mes.
La última fecha de devolución te dice a veces que acabas de sacar un libro que lleva siete años en la misma estantería, sin tocarse, y eso hace que lo abras con respeto, con una extraña sensación de complicidad hacia esas tapas gastadas. Otras veces descubres que lo han sacado cinco veces en el último mes y piensas que vas a leer lo que lee todo el mundo y eso no puede ser bueno.
En el ejemplar de "Hot Water Music" de Bukowski de esa misma biblioteca han montando un foro de discusión. Las últimas páginas del libro están en blanco y la gente ha dejado allí a lo largo de años algún comentario. Algunos han vuelto a sacar el libro para responder a lo que otros habían escrito sobre sus comentarios. Incluso dejan sus direcciones de correo electrónico. Parece la puerta de unos urinarios públicos, sólo que sin un "morenazo, peludito, 21 cm, deja cita" (los gays son todos muy bajitos).
Este enero se invirtieron los papeles: fuí a devolver un libro y uno de los bibliotecarios se quedó mirándome. Sonriendo, dijo que tenía algo que me pertenecía y sacó de un cajón cuatro fotos mías de carnet. Comentó "sin las gafas me ha costado reconocerte". Me sentí extrañamente incómodo. Había olvidado esas fotografías dentro de un libro el otoño pasado.
¿Quién sacó el libro y encontró las fotos? ¿Qué pensaría sobre mi dolorosamente bella efigie? ¿Se montaría una película sobre mi vida: "uy, gafas de pasta, maldito tio fashion" o "barba ridícula: necesita llamar la atención" o "con esa mirada perdida, este tipo tiene que ser idiota o ir cargadito de psicotrópicos"?. Me preocupa el hecho de que las dejase en la biblioteca para que me las devolvieran en lugar de utilizarlas en un ritual vudú o para sus fantasias onanistas.
Damas, caballeros, agradezcan que recurra a las bibliotecas en lugar de aumentar la mía pidiéndoles a ustedes libros que nunca devuelvo.