En la madrugada de ayer, P. decidió que iba a estudiar. Se tomó un café, puso de fondo a Vinicius de Morais, sacó el libro y se dispuso a pasar la noche en vela preparando en cuatro horas lo que no había hecho en meses. Por supuesto, cayó en los brazos de Morfeo sin ofrecer resistencia en cuanto ojeó la primera página.
El examen ha sido tan fácil que le ha sobrado más de media hora. Durante unos minutos ha estado observando la cara de agobio de los que le rodeaban y después ha caminado despacio entre las mesas con aire de superioridad, dejando el test en manos del examinador acompañándolo de un "je" de suficiencia. Por supuesto, ha suspendido.
Pero P. es un tipo precavido, y se aseguró de apostar en su contra unas cuantas cervezas. Con lo cual, damas y caballeros, mañana o pasado caminará entre las mesas del bar con aire de superioridad, dejará la cerveza en la mesa acompañándola con un "je" de suficiencia y, por supuesto, no admitirá sentirse profundamente idiota.