El coche empieza a echar gasolina como un surtidor frente al tanatorio de la M-30, así que hasta que llega la grúa entramos a la cafetería del tanatorio a tomar una cerveza, y yo juego a imaginar la relación entre las caras de los de la mesa de al lado y su respectivo muerto (esa es su tía abuela, ese es el hijo que no le acababa la carrera, esa su mujer y ese el amante de su mujer ) y después, como me canso de ello, pruebo a poner cara de que soy yo el que está allí velando a un muerto.
Unas tres horas después, el tipo de la grúa descarga el coche en una cuesta frente al taller, pero no se asegura de haber puesto el freno de mano y las dos toneladas y media de Safrane burdeos caen pendiente abajo a toda hostia peinando mi anonadado flequillo. Acaba empotrándose veinte metros más allá contra un Sierra blanco aparcado en la acera.
Entonces se hace el silencio y yo suelto una carcajada enorme doblándome sobre mi mismo hasta que se me saltan los lagrimones mientras el conductor de la grúa se lleva las manos a la cabeza dando patadas al suelo. Mirar el Sierra con todo el lateral destrozado y a los vecinos en pijama y camisón asomados a la ventana por el ruido del golpe sólo aumenta mi hilaridad, y tengo la certeza de que mañana me van a doler los carrillos como si me los hubiesen pellizcado una docena de abuelas a la salida de misa y tendré agujetas en los abdominales como si hubiese follado.
Es la misma risa que me sale cuando digo una verdad que suena a mentira, la misma que se me escapa cuando alguien me cuenta su pequeña tragedia particular, la misma que me traiciona cuando me rodea un coro de caras tristes. Siempre que tengo que mostrarme serio y grave me toca apretar los labios y torcer la perilla o incluso taparme la boca para no estallar en carcajadas.
Me dirán que es un gesto histérico, de tensión, de nervios, pero estoy convencido de que no es así: es solamente el cabrón ese de la voz fría que llevo por ahí dentro intentando ponerme en una situación comprometida. El seguro de la grua, por cierto, cubre todos los daños.