El domingo (y se que escribo ésto con frecuencia) es un día que hay que pasar en su mayor parte en la cama, a ser posible en compañía, (si no puede ser femenina, por lo menos con la de la prensa dominical) o en su defecto profundamente dormido.
Así que cuando esta mañana suena el teléfono poco antes de las diez maldigo en arameo y gimoteo y me pongo la almohada sobre la cabeza pataleando porque no quiero despertarme. Anoche me dormí leyendo Crimen y Castigo y he tenido unos sueños incómodos, intranquilos, raskolnikovianos, de los que sólo recuerdo que zurraba a alguien, señal de que toca temporada nerviosa sin motivos claros (mis "temporadas nerviosas sin motivos claros" se anuncian en mis sueños y en que paso todo el día apretando los dientes, dándole a mi mandíbula un aspecto aun más mussoliniano)
Desenredo el brazo de las sabanas y lo estiro para atrapar el teléfono, y al otro lado alguien me pregunta qué tal" y yo murmuro "mrformido", y después todo son losiento y ohsilollegoasaber y noqueríamolestarte o siquieresllamodespués, disculpas formulistas que en realidad importan poco porque la otra persona piensa hablar aunque te haya pillado cortándote las venas o follando. Así que cumplo mi papel de amigo fiel y doy conversación durante un rato, pero reconozco que el sueño me mata y sólo debo decir incoherencias. Mis largos silencios, que el otro lado de la línea deben interpretar como momentos de profunda reflexión, son sólo breves caídas en el sueño de nuevo. Prefiero que me llamen a las seis de la mañana para preguntarme que llevo puesto a que me despierten antes del mediodía.
Lo terrible es que para cuando acaba la conversación descubro que no puedo volver a dormirme, y llega el pánico: ¿qué hostias hago un domingo despierto desde las diez de la mañana? Solo no me apetece largarme a dar una vuelta por el Rastro ni meterme en un museo, y si me quedo en casa corro el riesgo de caer en comportamientos desviados como ponerme a hacer bricolaje o limpieza.
Creo que seguiré la cadena y llamare a mis conocidos, despertándolos a todos, hasta que me piten los oídos por las blasfemias contra mi persona. Qué sufran. Va a ser un día muy largo.