En algunos sueños intento gritar, negarme, blasfemar, pero mis dientes están fundidos entre si y no consigo abrir la boca. Medio despierto, convierto mi cuello en una raíz de árbol haciendo fuerza para separarlos, y la sensación de rabia en el sueño se convierte en angustia y dolor físico por no conseguirlo, mientras el contertulio soñado espera en vano mi respuesta o mi aullido. Es una pelea contra mi mismo: mi dentadura empeñándose en cerrarse como un cepo y yo tratando desesperadamente de abrirla.
Por la mañana me dolerá la cabeza y el cuello, y tendré agarrotada la mandíbula como cuando de pequeño mascabas uno de esos chicles con forma de melón que llevaba cuatro años en la tienda de chucherías.
Llevo cinco días así. ¿Alguien me pasa un relajante muscular?