P, Chauffeur.

        No llevo tres semanas de carnet y ya he conducido borracho y sin haber dormido y sin retrovisor y sin luces y con niebla y con lluvia. Ya he hecho de taxista para otros borrachos, ya me he quedado de noche sin gasolina bajo un puente (y entonces todo es frío y abrigo largo y fumar junto al coche que brilla con las luces de emergencia como una nave extraterrestre), ya he aprendido a liar un cigarro mientras voy por la autopista y ya me he perdido dentro de un parking como en mis sueños. Me queda comprobar como de incómodo es follar en el coche.
        Si normalmente siento que algo en mi aspecto permite a cualquiera que me cruce por la calle notar que algo falla en mí, que no soy completamente normal, con el coche la sensación se multiplica. Me parece que quien me vea conducir tiene que saber con un simple vistazo que no estoy hecho para ello, que seré siempre un novato y que nunca aprenderé las normas básicas para circular.
        Me asustan un poco estos días. No tengo obligaciones, como siempre, pero el hecho de que sean oficialmente días de vacaciones me descoloca. Las horas se estiran, miro aterrado el reloj para descubrir que los minutos pasan muy despacio y hay demasiado tiempo que llenar. Tengo la sensación de que estoy esperando a que ocurra algo y no sé que es.