La cosa va así.
Paso por una fiesta por compromiso. No me apetece. Tengo mal cuerpo y no quiero ver a la gente que hay allí. Pero decido que será sólo entrar, tirar de las orejas, salir. Medio minuto a lo sumo. Si no he vuelto en uno, llama a la policía.
Es un sito pequeño, sucio, lleno de humo y música horrible. Una masa de caras que no se distinguen. Tiro de una oreja: "salgo al coche a dejar ésto, espérame tomando una copa". Así que voy hacia la mesa de las bebidas evitando mirar a nadie, pero un borracho me para y me dice que no beba Red Label. Han comprado una caja de doce botellas por cincuenta euros y no están muy seguros de que sea realmente whisky. No quedan vasos y es la excusa perfecta para emprender la huída sin esperar a que la oreja vuelva de dejar los regalos en el coche.
Y entonces ocurre.
Veo a un tipo al que hace años le hice la vida imposible. Alguien que era más tonto que yo y más feo que yo y más inseguro que yo. No tenía motivos, pero por entonces me dedicaba a humillarle y machacarle todo lo que podía. Lo que más me molestaba era que no reaccionase, que no se defendiese, que recibiera los palos sin hacer nada.
Y cuando paso por delante suelta una carcajada falsísima, enorme, exagerada, grotesca. Una risa absurda y fea, tan obscena que invita a partir esa boca llena de dientes. Y la supongo dedicada a mí. Una risa con la que me quiere demostrar que ahora se siente seguro, que ya no es el mismo desgraciado que hace unos años.
Y me resulta tan insoportablemente triste que ese pobre diablo necesite soltar esa carcajada y que realmente signifique todo lo contrario de lo que quiere decir que se me pone peor cuerpo y salgo de la horrible fiesta con la boca amarga.
(No sé como tienen el valor de seguir viniendo por aquí teniendo en cuenta que siempre escribo las mismas cosas)