27 de Febrero 2004

Alejarse.

        Día torpe, espeso, torcido. Saco la nariz por la ventana y huelo que no puede ser tan peligroso cruzar la calle y llegar hasta la esquina del estanco. Como mucho cinco minutos y volveré a estar a salvo. Así que salgo con una camiseta de manga larga a pesar del frío y llego hasta mi destino más o menos entero.
        Descubro que tengo la cartera vacía y acercarse a un cajero supone recorrer trescientos metros más. No es alejarse tanto de lo seguro. Camino rápido y llego hasta el banco y no tengo ni siquiera que apartar la vista de la gente demasiadas veces.
        El cajero está estropeado y me invita amablemente a ir a la oficina más próxima. Doscientos metros más. No es demasiado y todavía no he llegado a internarme en la zona del mapa señalada como "a partir de aquí, monstruos", con una enorme catarata imaginada en medio de Majadahonda por donde cae el mundo. Otra caminata y consigo el dinero. Tengo la sensación de estar demasiado expuesto, desprotegido.
        Hay un estanco a la vista, a unos cien metros. Ir hasta él supone entrar de lleno en la incertidumbre, en lo desconocido. Pero si he llegado hasta aquí, puedo arriesgarme. Y consigo el tabaco y ya sólo queda volver a casa victorioso. Entonces, una conocida: "estaremos en tal sitio echando un café. Si quieres, pásate". Para ir a Tal Sitio tendría que alejarme otros trescientos metros más en la misma dirección y por aquí no encontraré guías sherpas para la vuelta. Acepto el café.
        Y no irse al terminarlo y pedir un vino supone empezar a alejarse en el tiempo, no en el espacio, acabar de perderse y renunciar al calor y la seguridad. Tres horas después estoy solo, muerto de frío y me queda un camino demasiado largo de vuelta a casa.

Posted by P. at 27 de Febrero 2004 a las 02:20 PM
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