Estos días paso ante el ordenador de puntillas, fingiendo que no está ahí y mirándolo de reojo. El monitor insiste en reflejar la cara de un tipo que me mira culpabilizador, con los labios torcidos en un gesto de decepcion. Y no quiero encenderlo y tener que enfrentarme a este weblog para anunciar que volví del viaje, que estoy entero, que superé una crisis existencial que resultó ser sólo una mala digestion.
Siento un terrible pánico escénico cuando pienso en escribir aquí. Cómo si se esperase algo de mi. Bueno, como si ustedes lo esperasen y fuera a decepcionarles.
Pero eso: que aquí estoy otra vez.