29 de Abril 2004

P, Pollo.

        Me llaman: entrevista de trabajo para el departamento de cuentas de una agencia. Si fuera para creatividad no habría problemas con mi aspecto, pero en cuentas son muy serios. Así tengo cuatro horas para convertirme en un pollo (pollo: tipo muy puesto, muy arreglado y formal al que se le nota que se ha vestido para la ocasión).
        Me planto en un centro comercial. Agarro de las solapas a uno de los dependientes: “Pantalones. Gris oscuro. Sport pero de vestir. Pernera ancha. Tiro largo”. Pago a tocateja sin probármelos. Después llamo a un amigo: “necesitounoszapatos”, “sondel46”, “mevalen”. Media hora quitándoles el barro. Afeitado, ducha, camisa negra y arreglado: ya soy todo un pollo.
        Llego hasta el edificio donde está la agencia quitándome los pendientes por la acera. En el ascensor me peleo con el de la ceja hasta que se rinde. Llamo a la puerta: la secretaria me mira de arriba a bajo y sonríe: va en top y pantalón vaquero. Efecto pollo conseguido.
        Y la entrevista se convierte en tertulia: ¿por qué estudiaste publicidad? porque no había clase los viernes, ¿por que deberíamos cogerte? porque estaría dispuesto a serviros café en ropa interior, ¿nociones básicas de francés? si, se me un par de versos de Baudelaire para impresionar a las mujeres en los bares.
        Fin de la entrevista. Me llamarán mañana.
        Cuando llego al coche me quito los zapatos y cruzo Madrid conduciendo descalzo. Ya en casa los pantalones van a la bolsa de la tienda con el ticket para devolverlos al día siguiente. Los he llevado puestos sin quitar la etiqueta.
        Y ahora llevo toda la mañana sentado frente al teléfono. Y no van a llamar. Pero bueno, hubiera estado bien. Nota mental: no volver a hacerse el gracioso en una entrevista de trabajo.

Posted by P. at 29 de Abril 2004 a las 11:40 AM
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