Convertir la tristeza en asco es fácil. Basta con fruncir los labios y sentir una ligera nausea y pensar que nada merece la pena, dejarse volver a la adolescencia.
Convertir la tristeza en rabia es aún más sencillo. Sólo hay apretar los dientes y odiar un poco todo y un mucho lo que nos pone tristes, y querer hacerlo pedazos.
A veces la tristeza se me aparece como unas ganas horribles de follar.
Así que el viernes salgo del trabajo (oh, si, olvidé que no lo sabían: ahora curro en un estudio de diseño) cachondo y triste, y caminó por Madrid durante dos horas pensando tonterías como que ser yo no funciona, o que todo este tinglado de vivir está mal diseñado, mientras tarareo las penas de Tom Traubert con la polla dura, gorda, frotándose contra las costuras del pantalón.
Y pienso que esa sensación estúpida sólo podría quitárseme pasando un día entero en la cama con alguien, un día de sexo y risa y conversación, un día de vacío postcoitum y levedad de pieles, un día de estar acompañado.
En momentos así sería capaz de perder mi timidez y soltarle indecencias a la primera que me sonriese por la calle.
Por supuesto, no consigo el sexo. Y la pena debe seguir por ahí al fondo, en algún lado.
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Respecto al weblog, creo que vuelvo.
Posted by P. at 9 de Enero 2005 a las 03:47 AM