23 de Mayo 2007

Horas perdidas.

Te lo advertí: hasta las cuatro de la mañana me comportaría. Pero a esa hora llamas para decirme que finalmente no vamos a vernos, así que decido beber como un hijo de puta hasta caer redondo al suelo.

Y bebo y bebo y trago y me comporto como un auténtico idiota (como en todas las fiestas), y llamo maricón a un desconocido y molesto al tío que pincha y me limpio el tequila de la barbilla con mi corbata favorita.

Alrededor de las seis vuelves a llamar. Has cambiado de opinión. Cojo el coche y voy a buscarte.

….

Despierto en mi cama, contigo al lado. Son las once y sólo estamos vestidos de cintura para arriba (llevas una vieja camiseta mía). No consigo recordar cómo o cuándo llegamos a mi casa, dónde aparqué el coche, qué paso hasta que nos llevó el sueño.

Así que nos desperezamos y nos vestimos con la misma ropa que llevabamos anoche, y conduzco hasta tu barrio para desayunar en un Vips. Es tarde para el desayuno americano que quería meterme entre pecho y espalda y tu estás la hostia de guapa.

Y entonces, sobre mi café y tu agua con gas, me cuentas las cosas que no recuerdo: el espejo (besándote a ti misma en tu reflejo), el agua helada (yo asomado sobre tu hombro para ver como brilla tu piel mojada), la mampara del baño (que filtra una luz naranja y tiembla al soportar tu peso), mi pie (que busca a ciegas el botón de pedal de la lámpara porque te llevo cogida encima), tus labios (que me piden que te mire a los ojos).

Sé que todas esas imágenes, esas horas desaparecidas, están en algún sitio dentro de mi cabeza, bajo la nube de alcohol, y que no me son accesibles.

Pero la memoria de mis huesos lo recuerda. Lo sé porque conforme hablas la piel se me electrifica y se me contrae el estómago y el calor sube desde la entrepierna hasta encenderme las mejillas.

Posted by P. at 23 de Mayo 2007 a las 12:25 PM
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