Como pueden ver, no me he ido a Granada. Estoy donde siempre, sólo que con una pared nueva delante (cambio estratégico de la posición del ordenador, lo que más o menos es un nuevo escenario). Ahora mismo mancho el teclado de ceniza mientras deshago colillas, intentando juntar suficiente picadura de tabaco como para liar un cigarro completo. Si, sé que suena asqueroso y desesperado, pero mi camiseta vieja y mis pantalones sucios y mi pelo revuelto y yo nos negamos a salir de casa a comprar tabaco. Mayoría absoluta por una vez.
Otra jugarreta del azar: ayer fui a mi tercera clase del curso (entre el público suena un grito ahogado, todos alzan las cejas y contienen la respiración, alguna dama se desmaya sin comprobar previamente que no he fregado el suelo). Mientras el profesor desbarraba y yo me perdía en el cuello de la señorita del asiento de delante, algo me distrajo y me hizo quitar la mirada de esa nuca y esos hombros tan estéticos: alguien que había llegado tarde caminaba por el pasillo central mientras apagaba un discman. La chica en cuestión me resultaba terriblemente familiar, pero no conseguía situarla, localizarla en mi memoria dentro de un cajón con etiqueta.
Hora y media después, cuando salía de clase, caí en la cuenta. La conocía, pero no en persona. Cuando empecé a satisfacer (al escribir esta palabra recuerdo que ayer noche, no se como, llegamos a la conclusión de que "satisfacial" y "satisfelación" sonaban realmente ocurrentes; ahora mismo me resultan detestables) mi vena voyeur con esto de los blogs acabé metido varias veces en una web con un nombre envidiable y un diseño curioso: www.egoismo.com. Pues bien, la creadora de esa página incluía una galería de fotografías suyas tomadas con la webcam y perdí un rato el tiempo echándoles un ojo. De eso conocía a la señorita que llegaba tarde a clase. El azar, tan graciosete como siemrpe, ha hecho que comparta tediosa asignatura con la escritora de un weblog muy visitado.
Por supuesto, no le dije nada. No por timidez, como seguramente sospecharán, sino porque no veía la necesidad de decirle "te conozco", porque se tiene la certeza de que realmente quien escribe algo como ésto y quien existe fuera, en la vida real, no son la misma persona y no tienen demasiada conciencia de la existencia el uno del otro. Aun así, la cosa no deja de de resultar curiosa.
Damas, caballeros, otra coincidencia así en mi vida y empezaré a pensar que hay por ahí un guionista poco original escribiendola.