"You're so gorgeous I'll do anything
I'll kiss you from your feet
To where your head begins
You're so perfect you're so right as rain
You make me
Make me hungry again
Everything you do is irresistable
Everything you do is simply kissable"
- Why Can't I Be You, The Cure.
Hoy es uno de eso días en que P. se alegra de ser una inicial entre la O y la Q. Un día en que camina y respira y sube y baja del metro con una calma suave, y todo parece estar en el sito que debería y funcionar sin fricciones ni chirridos, recién engrasado. Un día para pisar fuerte, en que nadie le quita el aplomo ni la seguridad: fuma con lentitud y mira a todo el mundo con media sonrisa de Gato de Cheshire. Y la ropa le sienta bien, aunque sea la de siempre, vieja y gastada, e importa un carajo que esta mañana no se haya afeitado.
En los espejos, P. se lanza guiños de complicidad y busca sal en sus bolsillos para aderezar el mundo y comérselo de un bocado. Caminar entre la multitud no es una tortura, esquivar a alguien moviendo ligeramente un hombro es un gesto elegante y sobrio, de anuncio de colonia, y descubrir la mirada de un extraño no resulta incómodo o culpabilizador, porque sabe que le están viendo como él se percibe en ese momento.
P. tiene claro que en jornadas así habría que levantarle una estatua, ponerle la alfombra roja en al puerta del estanco. Todos deberían admirarlo y las mujeres caerían rendidas a sus pies con un solo chasquido de lengua.
Damas, caballeros, definitivamente P. está pasando un periodo maníaco. Prepárense para el golpetazo.