Mi memoria para las caras es muy deficiente. Es verdad que nunca miro a los ojos, que me cuesta concentrarme en una cara, que hay días en que me resultan todas tan grotescas que no puedo levantar la vista de la punta de mis zapatos, pero ese defecto empieza a ser algo preocupante. Quizá un día acabe por no recordar mis rasgos en el espejo.
Hace una semana alguien me miraba insistentemente en una parada de autobús. Acabé sintiéndome incómodo y deseando que apareciese el bus cuanto antes. Cuando por fin llegó y me subí, recordé que conocía a la chica que me miraba. Hacía año y medio que no la veía, pero había olvidado completamente su cara.
Ayer, de madrugada, delante de unas cervezas y hablando sobre Bowling for Columbine, la caramera me miró con curiosidad al servirme, como si quisiera decirme algo. Por supuesto, pensé "hey, carajo, que bueno estoy". Cuando diez minutos después vi que seguía mirándome desde la barra, empecé a plantearme que quizá yo no era tan atractivo y caí en que había pasado un mes con ella en Irlanda hace años. Para entonces la chica debía estar segura de que yo fingía no reconocerla, así que pasé de explicarme y saludar.
Para rematarlo, hoy salgo de casa con la intención de ponerme al sol como un lagarto. Enciendo un cigarro, empiezo a bajar la calle y veo que alguien se acerca, mirándome. Cuando llega a mi altura, se gira hacia mi y estoy seguro de que va a pedirme tabaco, pero el tipo me llama por mi nombre y me pregunta qué tal, y yo respondo escuetamente, alego tener prisa y sigo bajando la calle sin llegar a saber con quien demonios he hablado.
Damas, caballeros, si un día nos cruzamos y no les saludo, ya saben el motivo. Ruego me den una colleja y se identifiquen para facilitar las cosas.