Predicciones.

        P. tiene una baraja de tarot. Es uno de los pocos adornos que se permite en su zulo minimalista (un posavasos traído de Amsterdam, una réplica en yeso de su dentadura, un Audi tt en miniatura, su colección de botellas de vodka y un póster de Metrópolis). Fue un regalo de cumpleaños. La verdad es que tuvo que sugerir que le agasajasen con eso, porque en otras ocasiones le habían aparecido con perchas verdes, vacas de plástico, tangas fluorescentes, libros de Crichton – puag - o gayumbos de superman y empezaba a ser desesperante.
        En algún momento intentó aprender a usarlo (por supuesto, P. no cree en semejantes paparruchas) para poder tomarle el pelo al desdichado/a que quisiese saber su futuro. Tenía pensado hacer predicciones como 'oh, vaya, "la torre" junto a “el mago" invertido: eso quiere decir que vas a tener un cáncer de estómago y vas a morir de aquí a seis meses en medio de fortísimos dolores. Ahora sale “la papisa”, lo que significa que deberías suicidarte para ahorrarte tanto sufrimiento. Y por último "el recolector de pepinillos", que indica que debes dejarme en herencia todas tus posesiones valiosas. Preferiblemente en metálico’.
        Últimamente cuando P. pasa junto al mazo de tarot lo baraja, lo corta y extiende tres cartas sobre la mesa fingiendo creer que le van a decir algo sobre su día. Todavía recuerda aquella vez que salieron "los amantes", "el juicio final” y “el diablo” y que fue claramente premonitoria.
        Hoy, en su limpieza de temporada (el polvo hacía que todos los objetos sobre la mesa resultasen iguales, montones grises indistinguibles) ha limpiado, barajado y cortado el mazo y los tres arcanos que han salido han sido "el loco", "el ermitaño" y “la muerte”. P. no tiene muy claro que quiere decir eso, pero como no quiere acabar dándose con la cabeza contra la pared en su buhardilla, solo y enajenado, decide arreglarse y, con su permiso, damas y caballeros, se va de juerga porque se lo ha recomendado el tarot.