B.

        Hoy es B. quien me trae directamente desde París setenta gramos de felicidad en forma de tabaco. Quizá hasta sepa mejor sólo por ser "Amsterdamer. A rouler ( pour être en bonne santé, ne fumez pas)"
        Debería odiar a B. Reúne todas las características que hacen que deteste a alguien por principios: ingeniero químico, matrículas de honor, excelente trabajo, futuro prometedor y católico practicante. Deportista, buen hijo, hermano, amigo o vecino, responsable, modelo social de comportamiento y triunfo, atractivo, atlético, con encanto para las mujeres, con sus pequeños gustos (fútbol, motos, excursiones, copas) y sin sentir demasiada fricción con la vida. Y eso sin resultar repelente, ni siquiera excesivamente soso. Como decía, detestable.
        Pero, al fin y al cabo, B. y yo somos de la misma cosecha y llevamos toda la vida juntos. Supongo que me sirve de espejo del Callejón del Gato, de contrario que me define. Me entiendo o me intuyo a través de él. Quizá sea por eso por lo que soy incapaz de odiarle, o quizá solamente porque me trae tabaco de Francia y suele pagar las cervezas.