He vuelto. No sólo no he cogido color, sino que he perdido el poco que tenía junto a tres kilos y pico de peso. He pisado la playa únicamente de noche para columpiarme y ahora trato de recuperar mi hostia (pronúnciese como si se escupiese) de siempre y perder ese acentillo que lo ha convertido estos días en un hohtia entre pícaro y divertido. Tenía muchas cosas que contar sobre mi escapada, pero no me dan permiso.
Cuando regreso tras un viaje largo imagino que algo tiene que haber cambiado. Que en lugar de Madrid encontraré un gigantesco cráter, que mi buhardilla habrá ardido porque me dejé una colilla mal apagada convirtiendo mis escasas pertenencias en cenizas o que quizás todos los que me conocían han muerto o me han olvidado. Pero esta vez, como siempre, todo sigue igual.
A partir de mañana esto retomará el ritmo habitual conforme recupero la triste rutina estival. Medio año aquí metido, quien me lo iba a decir.