Juego de Espejos.

                “Sweet little girl
                I prefer
                You behind the wheel
                And me the passenger”
                        - Behind the Wheel, Depeche Mode

        Sentado detrás en el coche de prácticas. Cansado, sin que me importe que el viento que entra desde la autopista me despeine. Agacho un poco la cabeza y descubro que en esa posición en el espejo retrovisor del conductor se refleja el cuello, la barbilla y los labios de la chica que conduce. Al subir apenas la he mirado de reojo y no me ha parecido atractiva. Pero esa porción reflejada es perfecta, y quizá lo sea sólo porque en ese trozo podías ser tu y no ella. Me encantan los hombros femeninos, el cuello, la nuca, el músculo de nombre con demasiadas letras que se tensa a lo largo del cuello hasta la oreja, las barbillas que morder y los labios pequeños.
        Así que olvido el cansancio y el viento y me quedo así, cómodo, perdido en esa parte de alguien que ya no sé quien es.
        Entonces otro juego de espejos. En el segundo retrovisor interior que lleva el profesor delante veo su mirada de serpiente. Creo que nos gustamos o nos toleramos porque ninguno de los dos abre demasiado la boca como no sea para decir un "a la izquierda en la próxima" suyo o "un "carajo, hoy me estoy luciendo" mío. Es un andaluz callado y recio con una de esas caras inexpresivas que tienen demasiada personalidad en forma de arruga. Sus ojillos son astutos y vivos. Y los dirige hacia a mi. Intuye claramente lo que yo estaba mirando. Deformación profesional.
        Sin apartar la vista de mi baja la mano hasta el elevalunas y sube sólo la ventanilla del conductor, de manera que cuando vuelvo al acogedor retrovisor izquierdo descubro que con el cristal arriba ya no se refleja más que la carretera. Vuelvo a mirar al del profesor y ahora sus ojos de serpiente me sonríen.