Noche de Viernes.

         Todo empieza echando una cabezada en el cine mientras la Weaver luce bragas de cadera baja acosada por el alien. De ahí al Lozano y las primeras cervezas. Después Rey Lagarto (si Morrison levantase la cabeza) y Aenima, donde me sirve el mismo camarero al que hace año y medio saqué a rastras de la cabina gritándole que pusiese algo de Tool en un ataque de rabia ebria. Por entonces ella estaba en Lisboa y yo la pensaba tirándose a otros y eso me ponía de muy mala hostia. Suena New Noise de Refused y nos exaltamos.
        Cuatro de la mañana. Regresión a la adolescencia por Fuencarral con zancadillas y empujones y “drogas duras” a voz en cuello. Un travesti se preocupa por mi salud y la de Gonzalo: “hola chicos, ¿estais bien?” en Montera. La sala el Sol es un puto hormiguero humano donde tengo que afilarme los codos para conseguir una copa. Suena Love Will Tear Us Apart y me emociono. Mañana toca aquí el Señor Chinarro.
        El objetivo es aguantar hasta que cierren a eso de las siete. Cuando vuelvo de una incursión al baño éstos han empezado a hablar con dos chicas que bailaban a nuestro lado. La rubia le está tirando los trastos a Furfur pero él no piensa liarse con ella. A veces Furfur me señala y dice algo, y yo entonces me llevo la copa a los labios para taparme la cara y me pregunto que hostias le estará contando.
        Luces de golpe, música fuera. Salimos del hormiguero y las chicas deciden venirse a desayunar con nosotros. La morena discute con Jose por ver quien es más fan del Equipo A. Yo me gano el apodo de “el que no dice nada y fuma”.
        Café en la calle Arenal. Madrid ardiendo en el retrovisor de vuelta a casa. Llegada a las diez de la mañana, sano y salvo.