13 de Noviembre 2003

P, Fracasado.

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        Soy un tipo con suerte. Estoy acostumbrado a que las cosas me salgan bien. Nunca he tenido que esforzarme y he conseguido prácticamente todo lo que me he propuesto, a veces de manera brillante. Un tipo con los huesos hechos a las penas, la carne al pecado y los carrillos a los pellizcos aduladores. He considerado natural que las cosas me vengan dadas, que nada me quede demasiado grande.
        Pero llega un momento en que uno deja de ganar los concursos y de sacar las mejores resultados y de ser admirado por como baila claquet o por su destreza con la fresadora. Los chistes que hace ya no son insoportablemente graciosos, las mujeres no le dedican miradas lánguidas y suspiros húmedos. Las genialidades se acaban. Se miente diciendo “podría, pero no quiero” (y piensa “qué indolencia, soy mas chulo que un ocho”), pero no puede seguir viviendo de las rentas de una careta que se le ha quedado pequeña y vieja. A su alrededor todo el mundo es más capaz y más hábil o más listo o más excepcional, o simplemente llevan más patas de conejo en el bolsillo y nunca pasan bajo una escalera abierta.
        No sé cuando ha empezado todo esto, pero he dejado de tener suerte y las cosas ya no me salen bien. Y el terror al fracaso me bloquea y me aterra y me empuja bajo la cama. Cada vez soy capaz de hacer menos cosas, y los pequeños intentos sólo conducen a pequeños fracasos. Me da miedo hacer la o con un canuto porque posiblemente me salga una w o una lambda.
        Y me pongo la excusa de que sólo estoy esperando a que una cosa me salga bien para empezar con la racha de nuevo y jugármelo todo al catorce rojo. Pero hasta que llegue ese momento, si es que llega, puedo declarar a bombo y platillo que me siento un fracasado. Y lo que es peor: un fraude, la gran estafa blanca.

Posted by P. at 13 de Noviembre 2003 a las 08:12 PM
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