16 de Noviembre 2003

Amor de Marquesina.

        Cinco de la mañana, marquesina de autobús. Fuera diluvia y unas treinta personas nos apretamos dentro y todo son codos y pelos rizados por la lluvia. Yo fumo y me siento viejo y me maldigo por haber decidido volver a casa en lugar de quedarme con el resto a esperar a que amanezca en algún bar.
        Detrás de mi debe haber una pareja. Suenan besos que retumban dentro de la marquesina, de esos que parecen dados con una ventosa gigante, de obra de teatro. El susurra: "Te amo. Te amo. Teamoteamoteamoteamo. Te-a-mo. Te-a-mo". Y me parece terriblemente triste el tono en que lo dice, terriblemente falso, de guión aprendido en telenovela o en libro de Danielle Steele. No les veo, pero puedo imaginar sus caras, y me pregunto si a ella le sonará tan manido y tan de cartón piedra como a mi.
        Pero entones todo cambia, porque sigue: "hueles a gasolina y a mi encanta el olor a gasolina" y después un "tu no eres guapa, eres interesante. Es que lo de guapa lo llevas entriseco". Y para redondearlo: "prométeme que lo vas a recordar. Mírame a los ojos y prométemelo. Prométeme que te lo vas a apuntar, que no se te va a olvidar". No escucho la repuesta, pero él añade "prométeme que cuando vaya al pueblo me vas a llamar para recordarme que le traiga un chorizo bien guapo a tus papas. O un lomo. Si, un lomo bien guapo".
        Y todo eso lo dice sintiéndolo, con toda la dulzura que su pequeño y mojado corazoncito le permite, y resulta insoportablemente tierno y estúpido y entonces el que me da pena es él, pero es una tristeza distinta. Llega el autobús y dejo de escucharles.

Posted by P. at 16 de Noviembre 2003 a las 06:38 PM
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