Me levanto y me duele horriblemente la rodilla. La cabeza también, pero eso puedo achacarlo a la resaca. Analizo la noche anterior tratando de localizar el momento en que me di un golpe allí. Y recuerdo a la policía y las carreras y el cubo de agua que nos tiró un vecino y también el numerito ebrio en el Café La Palma, pero ningún golpe en la pierna. Y me sigue doliendo.
Así que cojeo hasta la ducha para despejarme. Salgo y me miro al espejo mientras me seco para dedicarme los piropos de siempre (tío, qué ojeras) y entonces descubro que me está sangrando la nariz. Y tampoco tengo ni puta idea del motivo. No le doy a la coca, nadie me partió la cara, no me golpeé de morros con una columna. Me encojo de hombros.
Y a lo largo del día, misteriosamente, me duele el cuello me pitan los oídos se me secan los ojos y me da pinchazos el estomago, me raspa la garganta me crujen todos los huesos y me rechinan los dientes, me escuecen las yemas de los dedos se me contrae un músculo en la espalda y a todo esto yo cojeando y con dolor de cabeza.
Y la única explicación, salvando el detalle de que soy un pupas quejumbroso, es que alguien por ahí ha hecho un monigote que se me parece (vale con colgarle un par de pendientes a una patata) y está clavándole alfileres indiscriminadamente.
Quién sea, que pare de una puta vez.