"Come with me and belive me:
happy people have no stories"
- Stories, Therapy?
De pequeño hice creer a mis compañeros que había un lago bajo el colegio. Un lago subterráneo que nadie conocía. Falseé mapas y escondí cartas en nombre de un niño que desapareció buscándolo. Tras días de emociones y planes descubrieron que era todo una mentira, pero lo disfrutaron.
Durante años de adolescencia, en viajes o acampadas, llegaba un momento de la noche en que se me pedía un cuento (siempre de terror) y yo me sentía importante porque todos me escuchaban atentos. Y no tartamudeaba como ahora cuando tengo que hablar en público.
Y he pasado otras noches contando cuentos postcoitum (y no me refiero a decir "te quiero") para alguien que a veces apoya la cabeza en mi pecho mientras le susurro al oído la historia robada de Bagdad en la botella o del chico lobo y sus tratos con Baba Yaga o del hombre que soñó a su hijo o el del parisién atrapado en su jersey azul.
Así que supongo que soy una especie de cuentacuentos.
Y ahora escribo este weblog y falseo mi vida y la magnifico o ridiculizo para presentarme con las botas de siete leguas o dejando migas de pan al salir del bar, cambiando el Seat Ibiza por tres ansiolíticos mágicos o esperando a alguien en la cama disfrazado de lobo. Invento enfermedades, exagero casualidades, multiplico el número de polvos y convierto noches insulsas en aventuras aceptables.
Así que supongo que soy un cuentista.