Consigo un encargo como diseñador. El límite de entrega es el diez de agosto. Un curro tan estupendamente pagado que habría ganado unos cien euros por hora real de trabajo. Suficiente para pagar la multa y solventar deudas.
Entregué la primera versión dentro del plazo acordado. Desde entonces hasta ayer, treinta y uno, han ido haciéndome pequeñas correcciones cada dos días: "amplía ligeramente el escudo de la comunidad", "cambia tal línea del contenido" e incluso "me gustaba más la versión que te rechazamos ayer".
Esta mañana a las nueve he entregado el trabajo final a la mujer de la imprenta que se encarga de la tirada. Esa pija (toda rayos uva y ropa cara, y que me ha estrechado la mano con una flaccidez de difunto reciente), me ha tratado con una condescendencia absolutamente detestable y aun así he procurado resultar sumiso y encantador.
Una hora después me llama un técnico que trabaja para ella. Al parecer necesitan tres milímetros más de sangre para no arriesgarse a que haya un error de guillotina y se joda toda la impresión. Por lo poco que sé, arreglarlo habría sido sencillísimo, cuestión de minutos. Pero eso supone trabajo de estudio cobrado a precio de oro, así que me comprometo a modificar el diseño y enviárselo en una hora.
A las once de la mañana la corrección está acabada. Y desde entonces hasta ahora, la una del mediodía (el original tiene que estar en las máquinas antes de la una y media para que la tirada esté lista el viernes) he estado intentando enviársela de todas las putas maneras posibles. Todos los servidores de correo han fallado, propios y ajenos. Tampoco he podido subirlas por ftp. Desesperado, he acabado copiándolo en cd para llevarlo en persona a la imprenta, a unos kilómetros de aquí.
Han llamado cuando salía de casa. La corrección no iba a llegar a tiempo, así que me han pedido mi permiso para hacerla en su estudio y poder cumplir con los plazos del cliente. He tenido que aceptar.
Evidentemente, no puedo cobrar el trabajo. La parte del presupuesto que me corresponde como diseñador tendrá que ir destinada al estudio de la imprenta, donde cogerán mis originales y los repetirán añadiendo los tres milímetros de sangre.
Llevo un puñetero mes tirado a la basura para perderlo todo en un par de horas.
Lo más curioso de todo esto es que debería estar clamando a los cielos, agitando los puños airado contra la divinidad que me la ha jugado. Pero el problema de no creer en nada es que no hay a quién echar las culpas. Sólo puedo encabronarme conmigo mismo por no saber lo suficiente. O con la tecnología y sus problemas, y emprenderla a patadas con cualquier cosa que incluya un chip y después retirarme a vivir a una cueva. O contra Murphy (en él si creo).
No me quiero permitir tener la sensación de que en algo se ha torcido en los engranajes del mundo y no consigo que nada en mi vida salga a derechas desde hace un tiempo. Y créanme, lo estoy intentando, pero cuesta.