21 de Marzo 2005

Tres Escenas con Mujer en París.

        Uno.
        Parado ante un Modigliani en el Pompidú. A mi lado, una chica (rizos castaños, ojos y gafas azules) frente al mismo cuadro. Miro mi teléfono y ella se gira y me pregunta: "¿Qué hora es?". Sin pensarlo, respondo: "la una y media".
        Nos observamos entrecerrando los ojos y nos reímos a la vez porque nos damos cuenta de que hemos hablado directamente en castellano, sin conocernos. "¿Eres español?". Asiento. Y cuando parece que vamos a empezar una conversación recuerdo que he quedado en la cafetería del museo a la una y media, digo "disfruta de la visita" y salgo corriendo de allí pensando en que tenía una sonrisa preciosa.

        Dos.
        Pont Neuf, anochece. La ciudad parece un parque de atracciones o un colocón de alucinógenos gracias a la iluminación multicolor que le han dado para recibir al Comité Olímpico. Apoyado en la barandilla, miro los bateaux turísticos pasar bajo el puente y recuerdo que ayer le comenté a mi acompañante en este mismo sitio que era una pena estar en París y no estar enamorados de nadie.
        Entonces veo a una chica sentada en el puente, de cara al norte. De perfil es preciosa.
        Pero es todo demasiado tópico, ya saben: chica sola pensativa y con aire melancólico contempla el anochecer desde el Pont Neuf. Y claro, si esto fuera una novela yo me acercaría para decirle "Oiga, señorita, ¿miramos juntos un rato el río y nos enamoramos?” Pero no lo es y yo no me atrevería nunca a hacer algo así.

        Tres.
        Ile St-Louis, Ile de la Cite, rive droite hasta el Louvre y entonces Pont des Arts para cruzar al Musee d’Orsay.
        El museo está cerrado. Hay una fiesta de inauguración de una exposición, todo el mundo muy elegante hablando en corros en la plaza esperando para entrar. Cruzo entre ellos y se me acerca una chica con una interrogación en los ojos. Pregunta algo que no entiendo y niego con la cabeza. Debe estar esperando a alguien a quien no conoce porque después habla con otros tipos solos en la plaza.
        Me quedo fumando y mirándola hasta que por fin un chico rubio y feo le responde afirmativamente. Se saludan, ella le da una invitación y entran juntos en el museo.
        Parecía simpática. Tenía que haber fingido ser la persona a la que buscaba.

Posted by P. at 21 de Marzo 2005 a las 04:08 PM
Comments
Post a comment
















Atención: Introduce el código de seguridad para poder comentar.