11 de Mayo 2005

Copiloto Perfecto.

        Atardece.
        Conduzco por la autopista absolutamente vacía, en medio de la meseta. Las ventanillas bajadas (la luz entra, la música sale) y todas las señales en el coche que indican un viaje largo: botellas de agua vacías, bolsas, ropa, cintas, todo desordenado.
        Ella, a mi lado (pelo corto moreno, camiseta de tirantes blancos, piel naranja por el sol), consulta un mapa desplegado sobre sus rodillas. Yo voy explicando algo, apenas atento a la carretera, cualquier dato absurdo de esos que me llenan la cabeza y que no interesan a nadie.
        Entonces levanta la vista del mapa, me mira, sonríe toda dientes e indulgencia y me besa.
        Me despierto.
        Aturdido por la siesta, pero sobre todo sorprendido porque ella esté conmigo. Y me siento absolutamente feliz, eufórico, por tener a una chica tan increíble que sabe mirarme y besar así.
        Entonces intento recordar su nombre y no lo consigo. Caigo en la cuenta de que no es real, no existe. La he soñado, con su familiaridad y su sonrisa y su camiseta de tirantes blanca.
        Y la felicidad me anuda las tripas y se vuelve amargura. Convertido en ogro malhumorado me levanto de la cama sin deshacer y voy hacia la ducha dispuesto a matar al primero que me cruce esta noche de viernes por haber perdido a alguien que no existe.


Posted by P. at 11 de Mayo 2005 a las 12:13 PM
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