14 de Octubre 2005

De pie, sobre mi cama.

        De pie sobre mi cama, desnudo, miro por la ventana que da al tejado inclinado. Debe ser todavía efecto de las setas alucinógenas, pero el cielo anocheciente de fondo es espectacular, increíble, todo teñido de luces amarillas y azules y rojas.
        Esa ventana da a una pendiente. A unos trescientos metros se levanta una urbanización. En el cuarto piso veo que alguien prepara la cena en una cocina de luz ambarina. En la ventana de la lado, algo negro y redondo se agita y se mueve detrás de las cortinas.
        Entrecierro los ojos intentando distinguir qué es, tratando de sobreponerme a los restos del psicotrópico (mis ojos hace una hora en el espejo eran solo dos pupilas enormes y negras). Llego a la conclusión de que debe ser la cabeza de un niño corriendo de un lado a otro de la habitación.
        Digo: "veo a un crío jugar. No para de moverse. En la cocina, su madre hace la cena."
        Acompaño la frase de un movimiento del pie para acariciar el cuerpo de ella bajo las sábanas. Está tumbada en la cama, entre mis piernas. La distancia entre mi cabeza y ella parece eterna, insalvable.
        "Deberías mirar. El aire huele increíble por la tormenta."
        Se levanta, desnuda también, y se asoma conmigo al tejado.
        Las nubes de la tormenta se mueven rápido sobre nosotros, como si fuera a acabarse el mundo. Reflejan las luces de la ciudad con una fosforescencia fantasmagórica. Quizá sea también efecto de las setas.
        Digo: "mira esa ventana gris en el cuarto piso de ese bloque. ¿Ves esa cosa negra? Es una cabeza de niño. No sé qué hace. Baila, o juega, no para de moverse. En la ventana de al lado su madre cocina".
        "¿Crees que nos ve?"
        Agitamos los brazos y gritamos "¡Eh, estamos aqui!". No nos oyen, hay demasiada distancia.
        Seguimos mirando en silencio hacia esa vida entre cuatro muros que no sospecha que está siendo observada. El niño sale de la habitación.
        Sin quitar la vista de su ventana, dice muy concentrada: "he perdido al niño".
        "No sufras. Intentaremos tener otro", mientras pellizco su cadera.
        Y caemos toda esa eternidad que nos separada de la cama dejando una estela de carcajadas.


Posted by P. at 14 de Octubre 2005 a las 03:16 PM
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